EN LA VIDA COMO EN LA MÚSICA

Diciembre 2016

 

Escrito de Magdalena Fleitas, publicado en el libro «Fábrica de experiencias» 

por los 10 años de CIUDAD CULTURAL KONEX

 

La música nos enseña tantas cosas. Mi bisabuelo, el gran músico y pedagogo Alberto Williams, escribió su Teoría de la Música. Apenas uno abre el libro, lee que la música es el arte de combinar los sonidos. Muchos años después, en mis estudios de musicoterapia, el profesor Yepes cuestionó esta definición. “Sí, sí, es el arte de combinar los sonidos, pero ¿Qué pasa con los silencios?” Y se me abrió otra puerta… No lo puedo negar, lo llevo en la sangre, yo también me sigo preguntando qué es la música. Junto definiciones, poesías, y presto atención a todas las analogías que la música nos ofrece en relación a la experiencia de la vida.

 

Por ejemplo: en la educación y la crianza, la música es un poderoso aliado, una varita mágica de aprendizaje en todos los sentidos. En el canto es fundamental la alternancia. Como en la respiración, uno inhala, emite y luego hace una pausa. Luego vuelve a inhalar y así sucesivamente. Si el canto fluye, se abre la boca y la voz sale y se proyecta hacia adelante, hacia el exterior, hacia el otro. Hay un momento para cada cosa, lo mismo sucede en el trabajo con los niños, en la dinámica y la tarea del equipo docente. 

 

Al descubrir el maravilloso mundo del sonido podemos aprender a escuchar, aprendemos el arte de ser receptivos. Entonces, respirar, escuchar, emitir, fluir se expresan tanto en la vida como en la música.

 

En la práctica docente encontré muchas de estas afinidades con la música. En Risas de la Tierra (jardín que fundé en el 2005) construimos una escuela que canta y baila, con un lenguaje impregnado de juegos sonoros, de vibración, canciones y movimiento. La música habita en todos los rincones, nos envuelve, nos contiene. Es un abrazo potente y amoroso, lo sentimos todos los que trabajamos allí, los niños y las familias. Todos quienes nos dedicamos a la educación sabemos que la experiencia musical es maravillosa a la hora de aprender. Hay muchos estudios del cerebro que dan cuenta de esto, cada vez se investiga más la relación entre la música y el aprendizaje. Si nos enfocamos en la experiencia misma, podemos ver que tiene mucho para decirnos y podemos aprender, por ejemplo:

 

ARMONÍA

¿Qué es la armonía? A veces pensamos que la armonía en la vida es un estado de permanente felicidad, casi edulcorado. En realidad, es una alternancia entre tensión y distensión. Esto es parte de la riqueza de la música y podemos aplicarla también a la alternancia en nuestra actividad. A veces deseamos que todo siempre sea bonito y nos enojamos con los momentos de ruido, de tensión en el aula. Pero estos momentos son necesarios, especialmente para los niños, que cada tanto necesitan descargar, ser ruidosos,  gritar, circular por el espacio libremente. Nuestra educación nos ha enseñado a modelar a los chicos. En el siglo pasado, la escuela los tenía a todos mirando para adelante quietitos. Sabemos que esto todavía se mantiene en muchas instituciones. Pero para que haya una verdadera armonía, hay que animarse a atravesar tanto los momentos de calma como también los de caos, siempre con la contención y mirada del docente. Esos instantes de catarsis, de juego libre y a la vez cuidado, sin consigna, donde la exploración reina y los chicos juegan a su manera, son fundamentales en la dinámica. Luego, con la autoridad de quien sabe dar libertad, podemos volver al silencio, al secreto, a la canción íntima, a ese estado de calma y escucha que tanto nos gusta. Esto puede ser un auténtico camino de armonía.

 

Hay que saber escuchar y dar la bienvenida a la naturaleza de los niños, con su necesidad de movimiento, de exploración y libertad. Para que haya una armonía real tiene que existir esta sucesión de tensión y distensión.

 

También podemos comparar otros aspectos de la música como melodía, ritmo, etc. Pero lo más importante es que para que la música se transforme en un lenguaje verdadero, tiene que habitar los escenarios cotidianos: escuela, hogares y otros. Podemos conocer lo que escuchan y cantan las personas que trabajan en el jardín y la escuela. Si la experiencia es sólo una clase semanal, la riqueza de este lenguaje se empobrece. Invitemos a los papás, abuelos, a que nos canten sus canciones, así la música viaja de la escuela al hogar y del hogar a la escuela en un verdadero proceso de musicalización. 

 

EL FLUIR DE LA ENERGÍA, EL RITMO

En Risas hacemos muchas reuniones de equipo. Las dinámicas grupales son fundamentales, todas las semanas hacemos intercambios, a veces hablando, otras ensayando repertorio y también bailando. Incluir distintas formas de comunicación nos permite llegar a todos los rincones de nuestra experiencia y poner el cuerpo en juego, liberar tensiones y jugar también como hacen los niños, desde nuestro lugar de adultos, docentes y artistas. 

 

A veces sucede que el cansancio nos invade. Hace algunos años, dediqué toda una capacitación al manejo de la energía en el grupo. Hicimos foco en la propia experiencia personal y también en la mirada que tenemos de los niños, tanto de manera individual como de forma grupal. A modo de investigación, nos hicimos estas preguntas e intercambiamos ideas y respuestas.

 

¿Cómo administrar mejor mi energía personal a lo largo de cada jornada y del año?

¿Cómo administrar mejor la energía de mi grupo de alumnos, del grupo de docentes?

¿Cómo mantener el flujo de la energía sin agotarla ni sobre-excitarla?

 

En el aula podemos distinguir si el fluir del grupo y de cada niño está en su ritmo natural. Los niños son transparentes, enseguida expresan lo que les pasa. En este sentido, mirar nuestro estado también puede ser simple. Si la energía funciona mal, uno empieza a agotarse y a funcionar con las reservas. Perdemos la motivación “haciendo lo que se debe”. La sensación de cansancio y fastidio crece. Porque además del entorno, están todas las exigencias propias. Al funcionar de esta manera, nos perdemos de un flujo que se retroalimente y que se recicle, porque estamos retenidos, cerrados y la alegría vital en un equipo docente es muy importante.

 

Esto mismo sucede en la dinámica con los chicos. Al estar ellos tan en contacto con el suelo y con su cuerpo, enseguida se ven los efectos: hay caídas, golpes, llanto, sobre-exitación, miedo, rechazo, ruido y caos general. Los chicos chiquitos son grandes imitadores y por empatía, pueden entrar en caos o ponerse rígidos si lo que perciben de su maestro es un estado de poco fluir, un clima de fastidio y sobre-esfuerzo. Tenemos una responsabilidad al respecto, porque somos sus primeros modelos y guías.

 

EL SILENCIO EN LA COMUNICACIÓN

En las reuniones de maestros hacemos foco en comunicarnos con eficacia. Como los poetas, que eligen cada palabra y la saborean, la sienten. Como en la publicidad, donde cada detalle se piensa. Imaginemos entonces si no es importante buscar las palabras con las que vamos a guiar a los niños, para hablar de ellos, para nombrar lo que nos pasa en la escuela.

 

En una comunicación transparente, es más importante poner la intención en “comunicarnos” que en sólo decir lo que pienso. También está incluido cuándo y cómo lo digo. Y en el equipo docente nos recordamos esta intención para crecer en la comunicación. 

 

El hablar de más tiene un sentido liberador, pero también puede ser una gran causa de pérdida de energía. Esto no quiere decir que todo tenga que ser serio o pesado o intelectual. Puede ser divertido, lo importante es percibir si una conversación nos cansa o nos nutre. Si lo que compartimos tiene sentido, podemos refinar las palabras y continuar por ese camino. La alegría está llena de significado. Es lindo escuchar que los compañeros dicen cosas bellas, profundas o divertidas, agudas y con humor. Hasta el disparate puede tener sentido. Pero si la palabra deja de tener sentido se pierde, no deja nada, es automática, vieja. Y para eso, mejor hacer silencio y escuchar lo que sucede.

 

Si hacemos silencio podemos recibir toda la carga de energía que está en el aire. Allí hay información, sensibilidad. 

 

Determinar que estamos teniendo una charla con significado no es un proceso de pensamiento, es un proceso del chakra de la garganta, de confianza, apertura y significado. 

El cuerpo te da la clave, dice si hay comunicación. Si nos sentimos mejor, es porque fluye la energía. Algo “vuelve”, algo te recarga, eso te enriquece. Estás a gusto, vital.

Así como el corazón es el centro de nuestro ser, el silencio es el principio de toda comunicación. 

 

Entonces, con los chicos, es importante que construyamos espacios de silencio, de escucha y de intercambio genuino. Cuando los maestros conducen distraídos, el hablar se transforma en  ruido ambiente. A veces se pone música de fondo que también se vuelve ruido. Y no queremos que eso suceda. Tampoco estar a los gritos, ni que los chicos se dispersen en un momento de concentración.

 

Llamamos al silencio, lo convocamos con gestos exagerados, con mímica casi secreta al estilo clown. Los chicos observan y entienden y también hacen silencio. Pueden buscar recursos que ayuden. Apagar la luz, algunos movimientos, un ahhhh con la voz, que indique silencio, jugar a taparse la boca y abrir los ojos, reírnos de un sonido lejano, con complicidad y gestos de picardía, lo que se les ocurra. Luego, cuando el silencio llega, respiramos, suspiramos, decimos: “Qué lindo este silencio”, “Chicos, son los campeones del silencio”. De esta forma también les enseñamos a escuchar, a apreciar la maravilla del silencio en grupo, conquistado por su propio valor y sin gritos mediante.

 

EN GRUPO CON LA SUMATORIA DE TODOS, PRESENTES Y EN SINTONÍA 

Es difícil avanzar en una dirección o mantener la sensación de grupo cuando hay un nene que se quedó atrás, que se dispersó, que “lo perdimos” deambulando entre las sillas, con un juguete. Los que trabajamos con niños sabemos que los focos de dispersión interfieren en la dinámica, por eso cuidamos el espacio, los elementos y el orden, para ayudar a los chicos a concentrarse en la propuesta.

 

Es importante que todos estén “presentes” para estar en la misma frecuencia en grupo.  De esta manera los resultados son mejores, las canciones y los bailes suenan mejor, se ven más bellos, integrados. La postura también tiene que ver con esto. Los maestros tienen que estar centrados para guiar a los niños: la forma también es contenido, lo mismo pasa con los chicos.

 

CON ESTO ES SUFICIENTE

Los que nos dedicamos a la educación sabemos que noviembre y diciembre son meses de intenso trabajo. Hay reuniones de padres, informes, cierres de proyectos, y todo lo que implica un fin de ciclo incluyendo el duelo, la despedida de los niños y la preparación de las vacaciones. Para esa época en Risas de la Tierra hacemos la Fiesta de la Música. Implica un gran despliegue ya que realizamos conciertos en la calle e invitamos a toda la comunidad. Es una fiesta reconocida, declarada de interés cultural por la Legislatura de Buenos Aires. 

 

Sumamos entonces la preparación de una fiesta, ensayo de repertorio, de perfomances callejeras que hacen los maestros disfrazados de clowns. Tenemos que presentar permisos en la Municipalidad, convocar a la comisaría, organizar todo lo que tiene que ver con la seguridad y tantas otras cosas. Vamos a habitar por una tarde la calle y la plaza con todas las familias y los vecinos. No podemos descuidar ningún detalle: son tiempos de muchísimo trabajo para todos. 

 

Uno de esos días fui a coordinar un ensayo al mediodía con los maestros. Apenas entré a la sala, percibí el cansancio general, cierta resistencia, lentitud en los movimientos, caras serias. Yo tenía una larga lista de pendientes para avanzar tema por tema con ellos, pero sentí que los maestros necesitaban una pausa, por lo cual cerré mi carpeta y les pregunté “¿Están para trabajar o necesitan otra cosa?”. Entonces surgieron algunas sonrisas espontáneas, cierta complicidad de ser descubiertos, bostezos y estiramientos en algunos de los docentes.  

 

Decidí cambiar el rumbo original del encuentro y tomé lo que sucedía. Esto es muy frecuente en el trabajo con los niños. Para qué forzar algo cuando se puede tomar el emergente, dar un rodeo e ir suavemente hacia donde queremos, con pausas y con el cien por cien de todos. Cerramos las persianas, apagamos las luces y  propuse una meditación sencilla y espontánea con el fin de renovar la energía, de reciclar, descansar y sentir el cuerpo en el espacio. Hablé claro de darnos un tiempo para la relajación. Para comezar nos paramos todos en ronda y sacudimos un poco el cuerpo, empezando por los brazos, las piernas para liberar la tensión del cuerpo. Luego les pedí que se estiren, hicimos algunas respiraciones en forma consciente y fuimos todos a acostarnos al piso. No dije muchas palabras. Básicamente la meditación se centró en respirar y sentir el espacio a nuestro alrededor. Tan lleno de canciones y las risas de los chicos, del proceso de todo el año. Cada espacio tiene sonidos. Vibra y podemos escucharlo si hacemos silencio. Risas de la Tierra también lo tiene. Hice foco en abrir los sentidos, en silencio, dando pausa. Escuchar el espacio es hermoso, los oídos se abren y con ello se despiertan sentimientos, de estar en contacto, se oye la respiración, de uno y del compañero, pequeños movimientos. El sol entraba por las rendijas de las persianas, el jardín estaba callado, sólo se oían algunos sonidos lejanos. Los maestros descansaban.

 

Luego de veinte minutos hice un cierre, los invité a incorporarse de a poco, sin apuro. Y cuando una maestra me preguntó por los ensayos, me atajé a mí misma para cuidar esa intimidad conquistada, tan valiosa. Disfruté de decir casi con picardía misteriosa: “Con esto es suficiente”. Los maestros se fueron incorporando agradecidos, con una gran sonrisa. Algunos hicieron preguntas de la Fiesta de la Música y yo me contuve de avanzar en el trabajo repitiendo: “Con esto es suficiente, vayan a sus casas”. Fue hermoso poder cuidar ese momento de descanso, todos nos sentimos plenos y en la reunión siguiente el ensayo funcionó excelente, estábamos con energía y agradecidos por el momento compartido. 

Y con eso fue suficiente.