¿QUÉ ES RISAS DE LA TIERRA? 

Una PEDAGOGÍA ARTÍSTICA, que se nutre principalmente del LENGUAJE MUSICAL como camino de JUEGO, comunicación, expresión y construcción de la identidad.

Un CAMINO para descubrir y reconocer la propia voz, resonando con la voz de los otros, la voz colectiva. La música es un lenguaje multidimensional que enriquece la vida de cada niño que pasa por Risas de la Tierra y queda atesorada en su corazón.

Un ESPACIO colorido, alegre, luminoso, cálido, que acompaña los procesos de cada niño con afecto y singularidad, sin apurarlos, respetando su propio TIEMPO como un valor para la vida.

RISAS ES UNA RONDA DE CANCIONES, una rueda de saludos y RITUALES para encontrarse y compartir con las familias. Es un BAILE a puro RITMO. Es un títere que trae sorpresas y un trazo de pintura en una hoja, un tablero de sonidos y un túnel para esconderse. Una sábana para hacer barquitos, un viaje de navegantes y un círculo de tambores. RISAS es una EXPERIENCIA DIRECTA, llena de MAGIA y de RIQUEZA y de allí mismo deviene el aprendizaje.

Risas es una MAESTRA y un MAESTRO amoros@s y divertid@s, dispuestos a hacer UPA, disponibles, para GUIAR, REIR, CREAR y ACOMPAÑAR cada día, los procesos y las necesidades de cada niñ@.

Especialmente dirigida a PRIMERA INFANCIA, con la intención de crear una matriz de SOCIALIZACIÓN POSITIVA Y UN APRENDIZAJE FELIZ en los más pequeños, acompañados de toda la comunidad que también crece cada día. Es por ello que las FAMILIAS están integradas y son parte de la escuela.

¿CÓMO TRABAJAMOS EN EQUIPO?

Risas es una escuela de FORMACIÓN DOCENTE. Todas las semanas hacemos reuniones de equipo, para pensar nuestra tarea, cantar en grupo, sintonizarnos y escucharnos. También hay reuniones semanales por grupo de docentes de cada sala y concentradas e intensas etapas de formación a principio del ciclo y en jornadas especiales.

Para que la educación sea transformadora, también tiene que transformarse la institución. Es por ello que todos crecemos en Risas de la Tierra, en un proceso de autoconocimiento y adquisición de recursos, sumado a la posibilidad de expresar la propia voz y reconocer el camino de cada uno, en la tarea docente, al servicio de los niños.

Realizamos CAPACITACIONES en forma permanente, con profesionales de primer nivel de distintas áreas.

La FORMACIÓN ARTÍSTICA PEDAGÓGICA está coordinada por MAGDALENA FLEITAS, quien capacita, acompaña, supervisa y delega en el equipo directivo el seguimiento cotidiano de la pedagogía.

PROPUESTAS Y ACTIVIDADES

  • JARDÍN MUSICAL: para niños de 2 a 4 años. TURNO MAÑANA Y TURNO TARDE.

  • CENTRO CULTURAL: TURNO TARDE Y VESPERTINO

  • Talleres especiales para todas las edades. Semillero musical para los más chiquitos.

  • Ensamble musical en banda, para los más grandes.

  • Tardes de cuentos, conciertos, Rondas y meriendas

  • Grupitos para los bebés, con mamá y/o papá.

RISAS A LA COMUNIDAD

Parte del compromiso con la sociedad, es compartir nuestros conocimientos y nuestro oficio artístico y docente. Por ello realizamos rondas en escuelas e instituciones, tanto en forma privada como solidaria. A modo de conciertos, visitas y capacitaciones, viajamos a todo el país para intercambiar con docentes, terapeutas, pensadores y profesionales de la infancia.

Nuestra misión es también multiplicar lo que hacemos y por ello subimos videos a las redes, con canciones, juegos sonoros, títeres y la magia que habitamos en Risas, con la participación de los docentes y personal de la escuela, ya que todos somos parte de esta sinfonía. Estos videos son vistos en todo el mundo, por niños, familias y profesionales de la infancia. Subimos textos pedagógicos, cancioneros, juegos y secretos de cómo hacemos las cosas, porque creemos que compartir es parte del crecimiento y nos sentimos profundamente comprometidos en el camino del desarrollo humano.

En Risas se formaron muchos grupos de música que ahora salen de gira y actúan, con excelente contenido. Estamos orgullosos de esto, como parte de los frutos sembrados. Y todo vuelve, con nuevas canciones y nuevas formas de jugar, que renuevan nuestra tarea y refrescan el jardín, como un viento de primavera.

Encontranos en:

Instagram: @risas_de_la_tierra

Facebook: Risas de la Tierra – Educación Artística Integral

RISAS DE LA TIERRA

Una escuela que canta y baila.
Un espacio de formación docente

POR MAGDALENA FLEITAS

El jardín, que en sus inicios fue un grupito rodante, hoy es un espacio de educación artística con orientación musical. En Risas de la Tierra nos especializamos en la primera infancia, niños de uno, dos y tres años y, por la edad de los chicos, siempre decimos a las familias que lo ideal es que la escolarización sea paulatina, de a poco, paso a paso. Es preferible que un niño empiece a ir al jardín dos veces por semana y una vez que está contento se vayan agregando las jornadas, sin implicar una exigencia. La verdad es que, luego, la institucionalización será para toda la vida. ¿Para qué apurarse entonces? Por esto mismo, al principio, las familias pueden elegir la frecuencia de participación: dos, tres o cinco veces. Una buena señal para aumentar la frecuencia de las jornadas, es cuando el nene va a la puerta con su mochila y dice: “Quedo jadín”.

Vamos de a poco, ese niño que llega sensible, abierto, curioso y vulnerable, está dando sus primeros pasos en grupo y fuera de la casa.

La propuesta de Risas de la Tierra es inclusiva y siempre abrimos las puertas a las familias. Están invitada y pueden entrar a las salas cada vez que lo deseen. Para esto, nos capacitamos e informamos a la familia el modo adecuado de intervenir, así la experiencia de compartir es agradable para todos, niños, familias y maestros.

Un poco de historia

El proceso de creación del jardín musical está impregnado de mi propio proceso de crecimiento, por eso la historia es muy personal.

En marzo del año 2005 comenzó a funcionar el Jardín Musical “Risas de la Tierra” en la calle Cerviño, en pleno barrio de Palermo, en la Ciudad de Buenos Aires. Antes de fundar Risas, ya había recorrido un largo camino y ese trayecto es el que voy a contarles, para conocer los orígenes de esta pedagogía particular, que se fue construyendo paso a paso, en la experiencia misma y ahí mismo también radica su riqueza.

Trabajé en jardines desde los dieciocho años. Mientras tanto, estudiaba Musicoterapia y hacía veinte mil cursos de música, pintura, masajes, pedagogía, expresión corporal, psicología, canto e improvisación. Era muy inquieta y quería aprender acerca de todo lo que se me cruzaba.

Hacia 1995, a los veinticinco, luego de seis años de trabajar en El jardín de la Esquina (donde entré como secretaria, luego fui ayudante y, finalmente, maestra), decidí dejar las instituciones y animarme en una carrera independiente. No fue fácil, porque me unía un fuerte lazo con ese lugar tan especial, que formó mi práctica docente y al cual siempre estaré agradecida. Pero también sentía un nuevo llamado, el de explorar otras áreas de mí misma e independizarme.

Me llevó un tiempo organizarme. Daba clases particulares de música y arte. Trabajaba mucho, igual que los maestros jóvenes de Risas, a quienes veo haciendo malabares para pagar sus gastos y construir su vocación en el camino. Para entonces, llegaba agotada a casa y cada vez había más demanda, más llamados de familias pidiendo música y juegos para sus hijos. La cosa funcionaba. Evidentemente, había una necesidad de juego y arte para todos.

Los grupos rodantes

El siguiente paso hacia el gran proyecto fueron los “grupos rodantes”.

Un grupo de familias amigas entre sí, me llamaron para cantarles a sus nenes de un año. Así armé el primer “jardín casero”. Visitaba a los chicos más chiquitos en sus casas, con mis elementos a cuestas y la guitarra siempre afinada. Llegar a destino era todo un desafío: subía al colectivo con una bolsa de pelotas, otra con instrumentos ruidosos y un par de títeres gigantes (gracias a los que más de una vez escuché comentarios y quejas de los pasajeros). La diva era la gran títere de goma espuma bautizada “Mireya”, con su pelo rubio y enrulado de hilo sisal, que solía recibir piropos. ¡Pasaba situaciones muy graciosas!

En las casas dejaba canastos con pinturas, espuma, rodillos y resmas de hojas, túneles y paracaídas de tela, palanganas de colores y CDs con distintas músicas. Agradecía la paciencia de los papás y mamás, que se aguantaban el desorden y ofrecían roperos y rincones para guardar las cosas. Hasta ellos se divertían, porque había cierto caos creativo. También se sentían orgullosos de ofrecer ese espacio a sus hijos y poder participar en él.

Finalmente, habíamos creado toda una red social de colaboración y amistad. Los grupitos rodantes funcionaron varios años y fueron los primeros pasos hacia el jardín musical. Mientras tanto, por las tardes, los talleres de iniciación artística en mi propia casa también crecían y convocaban a grandes grupos de niños.

En este contexto, fui descubriendo el valor de hacer música en forma intensiva, especialmente en los hogares, por la huella musical que iba impregnado a las familias y también por la importancia y efectividad de la estimulación temprana mediante la música, el juego y la alegría.

Los pasos del crecimiento

Como cada vez había más chicos en los grupitos rodantes y en los talleres de música, tuve que buscar un ayudante, luego otro y otro más. A veces uno crece así, sin darse cuenta intuitivamente. Esa fue mi manera de avanzar y estos fueron los inicios de El Jardín de Magda, por el año 2000.

Ya éramos tres maestros y cada uno desarrollaba un área diferente. Yo coordinaba las rondas, desde el centro, con la guitarra.

El instrumento concentraba el magnetismo necesario para atraer la escucha de varios nenes. Desde mi coordinación de las rondas, les pedía a los ayudantes que atendieran los emergentes, resolviendo lo necesario para que la escucha fuera exitosa, alegre y bien dispuesta: atar un cordón allá, limpiar un moco, hacer upa,
cuidar a uno que se estaba por caer… ¡con los chicos chiquitos pasa de todo porque nunca se quedan quietos!, y hay que entender su lenguaje corporal.

Buscaba recursos visuales y sonoros para atraer a los niños que se dispersaban y concentraba su atención, mediante instrumentos, cajitas de música, títeres, burbujas y cositas que sacaba de la Caja de Sorpresas. El desarrollo de las performances se enriquecía cada día y marcaba un estilo propio. Sin darme cuenta, estaba creando una manera de trabajar.

Tenía una ayudante clown, Filomena, que hacía pequeñas actuaciones en las rondas y nos hacía reír con sus payasadas. Para mí era fundamental pasarla bien, los grandes teníamos que divertirnos, no concebía un mundo de adultos aburridos por la práctica docente.

Había un ayudante varón, Alejo, que se especializaba en construcción de torres, pistas y recorridos de aventuras. Todos los chicos lo seguían. Un ayudante varón era algo nuevo para las familias. Los papás se identificaban con él: se quedaban a jugar, retrasaban su salida de la casa, porque veían que había una figura masculina con la que podían hacer complicidad, reírse, relajar y mostrar sus destrezas con los autitos un rato antes de irse al trabajo o a la oficina.

En ese intercambio con las casas aprendí muchas cosas, porque veía cómo cada ama de casa organizaba su hogar, cómo eran las dinámicas, las comidas, el orden, el tipo de juguetes, qué videos veían los chicos, etcétera. Por supuesto, me identifiqué más con algunos modelos que con otros, pero conocí la intimidad de muchas familias y ahora, en mi función de ama de casa, aplico todo lo que aprendí de otras mujeres en esas situaciones.

Pasaron unos años de trabajar en los hogares. Fue toda una fiesta de invitar a las mamás y los papás a bailar, pintar, cantar y tocar instrumentos. Llegó un momento en que ya no entrábamos en ningún living.

El Jardín de Magda

Así creció la propuesta en forma de jardín. Se llamaba “de Magda”; simplemente porque todos me tenían de referencia. Alquilé un espacio en el Museo Metropolitano, en la calle Castex, Palermo Chico. Allí organicé dos grupos grandes, convoqué a nuevos maestros y empezamos a formalizar la actividad de Jardín Musical.

El lugar tenía la virtud de que continuamente había exposiciones y artistas plásticos, con pinturas, cuadros, esculturas en las paredes y colgando del techo. Las reponían cada quince días, participaban artistas de todo el país y los chicos jugaban rodeados de colores y expresiones artísticas. Este contexto estimuló la actividad plástica y fueron años de experimentar con diferentes técnicas y sumar la pintura diaria a nuestras actividades musicales.

En cada escenario de trabajo, incorporábamos distintos elementos que luego serían las bases de Risas. El paso natural fue abrir un lugar propio.

Un gran cambio

En esta etapa se plantearon mis primeras dudas: ¿cómo hacer para traer ese clima amable y cálido de los hogares o del museo a una institución? ¿Cómo hacer para incluir a la familia en la propuesta y establecer puentes entre familias y maestros? ¿Cómo explicarles a los nuevos maestros la importancia de la música diaria como lenguaje en un contexto de jardín? Y, más difícil aún, ¿cómo improvisar, ser flexibles y sentir la libertad del juego que había en los hogares, pero organizados y comprometidos dentro de una institución?

Se sumaba otra gran dificultad y todavía no sabía cómo resolverla: necesitaba descentralizar la propuesta artístico-pedagógica de mi persona. Ya no iba a seguir tomando grupos a mi cargo. Había estado “en sala” por más de quince años. Ahora tenía que dirigir y llevar adelante el cambio. Se suponía que empezaba para todos una etapa de planificación más formal, de supervisiones, capacitación y seguimiento.

Había que formalizar el método artístico pedagógico, cuidando que el juego siguiera vivo para todos: era necesario cambiar el nombre. El Jardín de Magda pasaba a ser otra cosa, con nuevos maestros y una propuesta de enseñanza que emergía con fuerza y alegría.

Hacer un jardín

Armar un jardín es algo muy grande. Los primeros años fueron difíciles. Había una mezcla de entusiasmo y confianza en ofrecer un proyecto con sentido, bueno para los niños y para toda “la Humanidad” (es que así lo vivía en un gran ideal, junto a los ayudantes y maestros que se incorporaban). También había una gran carga de temas por resolver: tanto a nivel pedagógico y vincular, como en lo organizativo, administrativo, legal y arquitectónico.

Primero, había que embellecer el espacio. La belleza del lugar también era parte de la propuesta, porque la forma también es contenido. Entonces, salí a comprar juguetes acordes a la propuesta: de madera, artesanales; y algunos instrumentos, a los que se sumaron materiales caseros y bonitos, libros armados con imágenes al estilo collage, mesas, sillitas, y otros elementos que se remataban en algunos jardines que cerraban sus puertas. Mientras tanto, pasaba noches enteras pintando maderas pulidas por el lago —que ahora están en las canastas de la entrada— o armando móviles para las salas, buscando mantas coloridas
de telares para decorar las paredes.

Fue una etapa creativa de gran reciclaje y eso marcó la estética de Risas. Durante ese período, colaboraron familias de ex alumnos que traían donaciones que sus hijos ya no usaban. De hecho, la participación espontánea de las familias era y sigue siendo un gran apoyo: es importante que las familias también sean generosos con la escuela, porque esto alimenta la generosidad mutua y todos crecemos en este proceso.

En resumen, había muchos frentes que habitar y resolver, pero la flecha ya estaba lanzada y todos miraban azorados, acompañando este proyecto que crecía. Esa fuerza común me hacía sentir en un buen camino.

Contenido y formación

El contenido pedagógico de Risas es artístico por excelencia. Desde el principio del jardín capacitamos a los maestros, para desarrollar esta manera de abordar la crianza y la educación, mediante el arte y el juego, en un clima de alegría y participación.

Los docentes a cargo de los grupos tienen formación artística en diferentes áreas: músicos, clowns, bailarines, artistas plásticos, recreadores. No se requiere título de maestro jardinero.

Uno de los tesoros de la experiencia musical es que aprendemos a tocar con otros, a escucharnos, a participar de una orquesta, de un coro o una banda. En Risas, intentamos traer este conocimiento a nuestro quehacer diario, que la dinámica de la música grupal, sea la misma para el jardín.

Con el crecimiento de cada docente, al intercambiar, nos enriquecemos mutuamente y podemos profundizar nuestra manera de enseñar.

Para que un niño pueda transformarse en su proceso educativo, también el docente tiene que transformarse y crecer en su rol. Para eso, hay que charlar, hacer preguntas, disentir, aprender, estudiar, escuchar, reír, cantar y bailar en grupo, porque somos un gran equipo y eso hay que cuidarlo día a día, igual que a los niños. Un equipo de profesionales también puede ser vulnerable.

La experiencia artística

En Risas habilitamos un encuadre, espacio, tiempo y elementos para que los chicos desplieguen su propio ser a través del juego y la exploración. El arte compartido es el mejor facilitador y, tanto los proyectos de las salas como las planificaciones de los docentes, responden a esta filosofía.

Realizamos conciertos diarios abiertos y participativos para todas las familias como cierre de jornadas, por grupos y semanales para toda la comunidad. Desde la dirección, también estimulamos las carreras artísticas de los docentes, volcando esta experiencia en la actividad cotidiana. Los niños participan de las grabaciones y los maestros tocan los instrumentos. Cada grupo realiza su propia producción musical.

Una de las joyitas de Risas son las fiestas callejeras, por las cuales fuimos declarados de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Dos veces al año abrimos nuestras puertas a la comunidad barrial, con fiestas en el boulevard, conciertos y espectáculos de clown. Participan la panadería y los negocios de la cuadra.

Un ambiente musical, lúdico y vital

Los maestros abren las puertas a la expresión e improvisación en un contexto estético, con la intención clara de compartir, escuchar y enriquecer el mundo de los niños.

Las experiencias lúdicas y creativas son un eje de trabajo en Risas de la Tierra. Cada niño, estimulado por la alegría y el arte de su entorno, despierta en sí mismo el deseo de crear, conocerse y explorar su propia expresión sabiendo que será bien escuchado y bien recibido. De esta manera, encuentran placer y alegría al crear porque se valoriza concientemente cada una de sus producciones y en cada propuesta, se los alienta a seguir enriqueciendo su mundo sensorial y perceptivo.

Disfrutar con las canciones. Musicalizarnos

Si a los chicos les cantamos, los chicos cantan naturalmente, incluso antes de hablar. En Risas nos enfocamos en esto, especialmente en los primeros años. Nos sumergirnos en las melodías y en los ritmos. Queremos despertar las ganas de bailar en todos, los más pequeños se balancean, ríen y buscan su equilibrio en el baile. La intención está puesta en llenarnos de música, porque la música trae recursos para toda la vida. Al cantar respiramos juntos y exhalamos voces y melodías que nos alegran el alma.

Los más chiquitos que todavía no hablan, piden las canciones con gestos y terminan las frases enfatizando la última sílaba. Y son exigentes, porque insisten con gestos hasta que llega ‘“El cocodrilo” o las canciones de saludo. No da lo mismo cualquiera. ¡Ellos saben bien lo que les gusta!

Todos participamos. Todos respiramos. Todos cantamos. No es necesario ser muy entonado ni saberse las letras. Importa la participación, el disfrute del canto colectivo y la situación de los niños descubriendo diferentes melodías y ritmos.

Se siente desde adentro que lo que hacemos nos hace bien. Y se ven los frutos de tanta actividad vivida profundamente. Pasamos de una chacarera festiva a una canción en secreto y luego al baile familiar hasta despedirnos en canciones. Las familias se van cantando. Los chicos están ávidos de seguir jugando, felices de seguir cantando y aprendiendo, creciendo en este fluir tan acorde con su naturaleza.

Por otro lado, los que hacemos música para chicos sabemos cómo disfrutan los grandes y cómo reviven su propia infancia a través de compartir la música con sus hijos. Pueden jugar, soltar tensiones de la vida adulta y conmoverse ante la alegría de sus niños, expertos bailarines. Porque la música es un lenguaje que nos llega a todos.

Los que siempre dan el presente son los abuelos y esto también se transforma en parte de la educación, porque si los chicos ven jugar y cantar a sus abuelos, esto queda en la memoria y pasa a ser una manera de vivir la etapa adulta. Al salir del jardín también ellos se van cantando por la vereda.

Es una manera de que la escuela y la familia se integren cada vez más.

Por qué las risas, por qué la tierra

El nombre surgió del primer CD, en 2005, y fue reemplazando, de a poco, al viejo Jardín de Magda.

Durante los primeros años se sintió la transición y todavía algunos preguntan por el viejo nombre. Ahora somos Risas de la Tierra. El disco Barrilete de Canciones, que salió en el año 2009, nos afianzó en el camino de la música. Risas es un jardín con discos propios y con un repertorio diario, muy elaborado. Pero este proceso llevó un largo camino. Tuve que cambiar y crecer a la fuerza. En los inicios, como muchas de las cosas que empiezan, había grandes entusiasmos por ir más allá de lo conocido, pero también había grandes contracturas. Porque estos cambios implican riesgos y, en mi caso, un poco de inconsciencia y muchos
dolores de espalda que luego me tocó sanar.

Parte de la misión de Risas de la Tierra se orienta ahora a llevar la música y la salud, más allá del jardín, para bien de todos los chicos y las familias.

Risas por la alegría y Tierra por las raíces y el sostén.

Fortalecer la pedagogía artística

Fuimos descubriendo el sentido profundo de nuestra tarea en cada paso: tuvimos que armar y desarmar reuniones, hacer prueba y error e ir moldeando el sistema de enseñanza en la tarea misma. Al principio, para los maestros el marco artístico también fue desconcertante porque era muy nuevo.

En el día a día, trabajábamos muy bien, pero no siempre sabíamos explicar el sentido de lo que hacíamos. El conocimiento general era práctico, empírico, faltaba filosofar, poner palabras, nombres, discutir, escribir las experiencias, intercambiar y fortalecernos. Por ejemplo, el saber cantar canciones era tan natural que no parecía algo importante, no parecía algo pedagógico. Nos costaba nombrar las intenciones previas, los objetivos que forman parte de todo proceso de enseñanza.
Nuestra relación con la tarea era intuitiva. Estábamos conectados con la belleza del sonido y, desde ahí, actuábamos impregnando los sentidos de los niños de impresiones musicales, rítmicas y armónicas. Pero también veíamos que todo esto tenía más alcance, mucho más profundo de lo que podíamos explicar, aunque todavía no pudiéramos formular los significados.

Había que fortalecer la pedagogía: poner orden, aprender la manera de guiar, de cantar y jugar, alineados en una metodología clara y descubriendo la propia voz en el camino.

Para todo ello, había que trabajar a la par, aprender, ser humilde, aceptar señalamientos y arremangarse la camiseta.

Este fue el camino que recorrimos.

La imitación

Aristóteles, el filósofo griego, dijo que el hombre es el más imitador entre los animales.

Los maestros de jardín sabemos que esto se aplica especialmente a los primeros siete años de vida. La manera de transmitir con el ejemplo, que al principio fue un recurso de bolsillo a pulir, más o menos exitoso, finalmente se transformó en parte del método del jardín.

En el caso de los chicos, ellos se vinculan a través de la imitación, especialmente los más chiquitos. Es una manera de decirle al otro “te acepto, te sigo”. También desarrolla la empatía. De hecho, si imitamos la postura de alguien podemos percibir qué le pasa o cómo se siente. Por eso es tan importante que en casa también transmitamos con el ejemplo.

También los maestros aprenden unos de otros. En las capacitaciones, los docentes comparten con sus pares cuáles fueron sus descubrimientos en la tarea, por ejemplo, cómo usar la percusión corporal con los chicos, o la maestra que canta folclore, trae para el grupo el viejo repertorio de canciones españolas. De esta manera, el conocimiento circula y los nuevos maestros pueden entender de qué se trata el trabajo. Mediante supervisiones y señalamientos, vamos guiando este rico intercambio y cada docente puede ser modelo y fuente de inspiración para otro.

La participación de las familias

En Risas las familias pueden participar de la jornada, especialmente en la adaptación. Esto generaba roces en la dinámica diaria. La consigna institucional es que si un nene o nena llama a la mamá o al papá, entonces ella puede entrar y participar. Si algún niño llora, invitamos a entrar a quien lo acompaña. La filosofía en Risas es que nadie se va a quedar a la fuerza en la sala o llorando un ratito hasta adaptarse. Es más, si la familia quiere cantar en la ronda o acompañar a su hijo, por el solo placer de estar ahí, viéndolo jugar, entonces, bienvenida. ¡Adentro y a disfrutar del espacio común!

Por esto mismo, se presentó una dificultad en las primeras etapas: a los maestros les resultaba un gran desafío el vínculo con las familias de sus alumnos en el encuadre escolar. Había una queja particular: “Me incomodan los papás y las mamás en la sala”. Lo cierto es que hay que aprender a compartir entre niños, maestros y familias: la sabiduría aprendida en los grupitos rodantes no podía quedarse afuera del jardín. La unión de las familias y la escuela tenía que ser una de las bases de la pedagogía y uno de los frutos más lindos, aunque tomara su tiempo transmitirlo y organizarlo.

En parte por venir de una familia grande y también por mi experiencia musical de tocar en bandas, sabía que la presencia de madres y padres podía ser una gran ayuda y contribuir al enriquecimiento mutuo. La música se basa en estar con otros, en escuchar, en ir a tiempo con los demás, aceptando silencios, reglas y alimentando la creatividad entre todos. La armonía en general, habla de un equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo, y su resultado connota belleza, si bien esto también es cultural. Pero algo importante es que la armonía no es un estado ilusorio de “siempre lindo” o “siempre contentos”. Una buena armonía se caracteriza por la sucesión de tensión y reposo. Sonido y silencio. Como en los grupos de niños y adultos.

La música nos enseña muchas cosas para aplicar en la dinámica educativa, incluso para interpretar lo que sucede en una institución, y otra vez, podemos escuchar de una manera nueva. Qué mejor, entonces, que habilitar esta dinámica participativa, en el mundo de los chicos.

Pero no era tan fácil: porque a los docentes el solo hecho de recibir a las familias les generaba mucha tensión e inseguridad. Se sentían observados, juzgados, interrumpidos. ¿Los resultados? Frecuentes pedidos de los maestros para hacer cambios al respecto: “¡Las mamás hablan por celular!”, “¡Ese papá reta a su hijo en plena canción!”, “¡Me habla mientras cantoooo!” (sólo aquel que toca la guitarra y canta se da cuenta de lo incómodo que es que le hablen en ese momento).

Yo me reía, porque todo eso era cierto: muchas veces el gran lío en la sala era fruto de los adultos, pero es que… ¡las familias también tienen que aprender a ir a la escuela! Si encima están en un lugar donde se canta, donde las puertas están abiertas y los maestros son “copados”… la lectura básica es: “Al fin… ¡liberación!”.
Pero ¿cómo hacía para transmitirles la maravilla de hacer rondas junto a las familias una vez que todos entendieran la forma de participar? Necesitábamos tiempo y confianza.

Desde mi experiencia en las casas, yo sabía que todo mejoraba si podíamos compartir esos primeros pasos en grupo y que la ansiedad inicial siempre se transformaba en un apoyo incondicional. El camino a recorrer se llenaba de sorpresas que luego traían las familias, agradecidas por haber sido invitadas al mundo de su pequeño hijo.

A la vez, para cada uno implicaba una oportunidad de abrirse, y eso siempre es bueno en este contexto. Puntualmente, a docentes que eran maestros jardineros les revolucionaba la prolija formación tradicional que les daban en los profesorados. Incluso era una invitación a “desaniñarse”, porque el marco de Risas insistía en modos más adultos, menos infantiles. El lenguaje musical ayudaba en ese sentido.

A los docentes músicos, de perfil más “hippie”, los hacía ordenarse, anticipar, preparar los materiales y organizarse frente a las familias, porque iban a ser vistos.

Parecía una aventura para todos.

Puertas abiertas. La confianza al servicio de todos

La clave fue transmitir confianza a los maestros y a todo el equipo nuevo que se estaba formando. Todavía la
pedagogía no había sido escrita, pero estaba en el aire.

Tardé dos años en convencerlos de que las familias podían ser las mejores aliadas de su tarea. En el ínterin, realizamos largos intercambios y charlas en equipo. Así pudimos entender cuán vulnerables y expectantes llegan los padres y las madres al jardín. Están felices, ansiosos, tensos y exigentes de ver cómo su hijo se integra con sus pares: los comentarios en las reuniones de inicio dan cuenta de esto.

Si como docentes comprendemos que las familias necesitan hacer la adaptación tanto como sus hijos y nosotros podemos facilitarlo, entonces la tarea se transforma.

Tuvimos que reflexionar grupalmente acerca de los prejuicios y empatías entre maestros y familias. De a poco, se fue instalando un código de participación y un modo común para todos. Pero hubo que explicar, enseñar, bajar ansiedades e intervenir. Las familias primerizas, por ejemplo, necesitan un abordaje claro y amable.

Como es un largo recorrido, lo mejor que podemos hacer es recorrerlo juntos.

Trabajé mucho para que los maestros encontraran confianza en sí mismos y construyeran un lenguaje adecuado para realizar una intervención a una familia. A muchos les daba pudor poner un límite a un adulto, pedir o señalar. Al intercambiar recursos, ideas, al sentirse bien en su rol y poner la situación en un encuadre docente y terapéutico, los maestros pudieron encontrar términos adecuados y también sentirse seguros para pedir silencio en forma efectiva, amable, enseñando qué necesita un maestro de las familias.

De a poco, surgieron recursos y estrategias. Entre todos, entendíamos que las familias venían cansadas de sus actividades, con sus niños chiquitos, que necesitaban un mediador, querían disfrutar, relajarse y estar presentes pero sin exigencias.

También comprendimos que el paradigma de la educación está cambiando y que estas formas participativas son nuevas y requieren ser recorridas con paciencia.

Cuando apareció esta comprensión, ya teníamos a mano los recursos. Recorrimos un camino amoroso para poder crear un puente y vivir la experiencia de mostrarnos frente a los demás. A los maestros les decía que prefería verlos presentes, aun con temores, porque al estar expuestos y poner sus inquietudes en
común, podíamos reflexionar sobre los emergentes. Compartir de esta manera, nos proporciona una profunda seguridad y nos acerca, dando tranquilidad incluso a los chicos.

Las mamás y los papás aprendieron a conocer el modo de los maestros y entendieron la idiosincrasia de cada uno, animándose a proponer y hacer pedidos específicos: “A mi hijo le gusta que lo sienten a upa para contarle un cuento” o “A mi hija no le gusta que le den un beso y prefiere entrar de a poco en la sala”. Así, cada familia se convirtió en decodificadora de su hijo ante los maestros, generándose muchas situaciones graciosas que facilitan la tarea docente: “Está haciendo caca”, “Pide la del cocodrilo”, “Pide la canción de las manitos”, “Está por llorar”, “Se asusta con los ruidos fuertes”.

La confianza en el compartir fue un gran facilitador, para que el ingreso al jardín sea un motivo de fiesta para todos. La aparente e histórica tensión familias versus maestros se disolvió y se transformó en diálogo, canción mutua, en solidaridad y en valoración. Hoy, esta cualidad de compartir la experiencia es una
característica de Risas de la Tierra.

Jerarquías, orden y encuadre

También tuve que aprender a ordenar la empresa.

Había pensado mucho en el oficio pero… ¡no me había dado cuenta de que estaba iniciando una empresa!

Mi conocimiento de la administración era intuitivo… tal vez por eso mismo me animé a abrir un jardín con tantos empleados. No es fácil sostener una empresa.
Además, hacer música, jugar con bebés, cantar en grupo y compartir la educación, mueve muchas emociones en las personas participantes y, para mí, fue natural armar equipo con los docentes, desde un lugar amigable, con el corazón abierto. Tocábamos una canción y, entre sonrisas, nos sentíamos unidos.

Pero también de a poco fueron surgiendo algunos desórdenes, típicos del aspecto empresarial, de los cuales aprendí mucho. No fue fácil, porque tuve que hacer el pequeño duelo de que mi jardín había cambiado y, entre todas las cosas, ya no era una red de familias. Las jerarquías eran necesarias para un buen funcionamiento.

Llegar a esta conclusión me llevó más de tres años. De a poco fui tomando conciencia de que asumir el lugar de autoridad era fundamental. Aprendí que ocupar un rol claro, jerárquico, es un gran servicio para todos porque ordena el sistema. Viví este aprendizaje como un alivio, algo necesario para concretar la misión que nos convoca en Risas. Fue un recorrido lleno de emociones donde también tomé cierta distancia y pude correr un poco lo personal de la escena.

A la vez, fui ordenando los aspectos administrativos porque la organización tiene que reflejarse en todas las áreas, y el asociarme unos años después con Lala Franco, mamá de Tom, un alumno del jardín, fortaleció esta dirección. Lala trabajó cinco años en Risas y aportó un sentido de organización nuevo. Luego siguió su camino profesional y se sumó al equipo mi amiga, Romina Marchi, mamá de Lulú, en el año 2016 hasta ahora.

Con la incorporación de Romina al equipo, la institución creció notablemente, por su gran dedicación y capacidad de trabajo, tanto para lo pequeño, como para acompañar el desarrollo de proyectos más
grandes.

Durante diez años también tuvimos una gran directora, Mariela Zysholtz, quien fue un pilar muy importante del jardín. Ahora Marie acompaña los procesos desde otro rol y también está presente supervisando y con capacitaciones.

En el año 2018 nos dedicamos de lleno al escrito formal del PEI el PROYECTO EDUCATIVO INSTITUCIONAL. El cual implicó entrevistas a docentes, familias y una construcción en equipo, lo cual también fue un gran paso de crecimiento.

Actualmente, hay vínculos muy profundos y amorosos, la red de maestros es especial, hay reciprocidad y mucho respeto, están claros los lugares de cada uno y eso actúa a favor de todos. La música nos da un lenguaje en común que irradia las relaciones y cada día trabajamos para escucharnos de esta manera. Pero hay un director de orquesta y funciones delimitadas, para sonar como una gran sinfonía.

Una escuela de formación docente

Risas es una escuela de formación. Al igual que la pedagogía Waldorf y el Método Montessori, la impronta artístico-musical del jardín creó una huella propia, particular y característica. Cada vez recibimos más docentes que quieren formar parte y aprender la pedagogía. Actualmente, estamos aplicando un sistema de pasantías y organizando su transmisión.

Al mismo tiempo, aunque apelemos a la propia voz de cada docente-artista, tampoco queremos quedar expuestos al estilo libre de cada uno y a su comprensión de la propuesta.

Aprender acerca de Risas, primero requiere estudio y compromiso, leer, escuchar, ensayar. Cuando logramos la permanencia de un mismo grupo de maestros-artistas, se da lugar a un gran crecimiento y a un ambiente relajado. Se oye hasta en la música, ¡sonamos afinados! Cada maestro va encontrando su lugar y
aportando su impronta personal, lo cual enriquece nuestra manera de trabajar. Con su participación, se abren nuevas puertas para todos.

Cómo suena un jardín

Sí, las instituciones también tienen su música. Como en una banda, en una orquesta, cada uno de los participantes tiene un lugar, un sonido propio que embellece el sonido general. En Risas hay un lenguaje sonoro, todos hablamos “idioma bebé” y los sonidos, fonemas, laleos, payasadas e instrumentos nos ayudan mucho para comunicarnos y disfrutar. No se trata de aniñarse, sino de entender la comunicación de los chicos. La pedagogía se ha ido enriqueciendo con este aporte, se fortaleció y los frutos son cada día más conmovedores y auténticos.

En este recorrido, el perfil de los maestros se fue volviendo más artístico. Un gran descubrimiento fue el aporte de los maestros que vienen del clown. Esta técnica trajo un lenguaje muy lúdico y divertido, acorde a la comunicación de los más chiquitos, que se expresan por gestos, sonidos y movimientos.

El clown resultó ser un lenguaje ideal para jugar, hacer presentaciones en las rondas de los viernes y alentar el humor y la expresión general. Además, los clowns están acostumbrados a hacer números sencillos, pequeñas cápsulas, performances cortitas, lo cual es ideal para los tiempos de los pequeños.

Las maestras bailarinas trajeron movimientos nuevos y eso mismo inspiró a los chicos, porque a fin de año el sonido y la danza son una fiesta.

Risas de la Tierra es…

  • Una escuela que canta y baila, piensa, juega, pinta y mucho más.

  • Una pedagogía que habla sobre la magia de aprender.

  • Una escuela basada en la experiencia artística, sensorial, directa, un baño a los sentidos.

  • Un grupo de gente que aprende, hace música, que intercambia, discute, pregunta y construye un sistema de enseñanza para todos, permeable y abierto.

  • Una escuela que desea ser un recuerdo de felicidad, donde la experiencia de estar en grupos y conocer el mundo sea amable, generando una impronta positiva para el futuro.

  • Una escuela donde la música, el baile y el juego son parte del lenguaje y donde todos podemos comunicarnos y expresarnos de esta manera.

  • Una escuela que incluye la poesía y que transmite desde el corazón.

Con amor,

Magda

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LAS RONDAS DE RISAS DE LA TIERRA – DESCRIPCIÓN Y DETALLE 

Son el crisol de la pedagogía, un ejemplo vivo de nuestro trabajo diario, un encuentro con la comunidad familiar, donde nos encontramos y participamos con alegría. Un prisma que refleja nuestra sonoridad, cómo integramos las voces de la gente y desplegamos la propia, juntos con los niños.

Hay diferentes rondas: Diarias, de inicio y de cierre, cada una con su característica, pero también están las rondas de los viernes donde celebramos con las familias y nos despedimos de la semana. Incluso Risas a la comunidad ofrece otro tipo de Rondas que salen a escuelas públicas y otros espacios… en cada contexto se modifica su forma y dinámica, pero la esencia es siempre la misma.

¿Qué son las rondas en Risas?

Un espacio y tiempo de encuentro, juego y participación. Durante un tiempo desplegamos canciones integrando a todos los participantes, con un espíritu comunitario. No es un show, si bien tiene momentos de números musicales, se trata de habitar la música en forma colectiva y que todos la sientan como un lenguaje propio, accesible, cercano. 

La música es nuestro lenguaje y el cuerpo resuena, en movimiento natural, como el sonido que nos envuelve. El sonido es vibración y el cuerpo vibra, baila, juega, integrado. 

Una invitación a despertar los sentidos, abrir la escucha, desplegar la propia voz y encontrarnos con los otros. A la vez, compartimos folclores de distintos pueblos, reconociendo y transmitiendo diferentes tradiciones y repertorios:  sale a la luz una dimensión del espacio y el tiempo a través del lenguaje musical.

¿Para quién es?

Las de bienvenida de todos los días son para los niños y los maestros. Las de cierre y despedida incluyen a las familias que invitamos a incorporarse y participar. 

Las de los viernes son para la comunidad del jardín, niños, docentes, familias y acompañantes. En ocasiones se acercan invitados a ver la dinámica.

Las Rondas institucionales son más grandes, más extensivas, se invita a la familia grande, vecinos y otros.

¿Cómo lo hacemos?

Los padres van llegando y se acomodan en el espacio previamente preparado, con almohadones y sillitas. Hay un grupo docente que coordina y conduce la ronda. Siempre hay un líder que lleva adelante la propuesta, pero todos los docentes están comprometidos, jugando, musicalizando, cuidando y acompañando a los niños. Y los niños y las familias también marcan un rumbo, proponen sus canciones favoritas, superan timideces, bailan y disfrutan de la música en el ambiente, en la piel, en los sentidos.

¿Cuál es el espíritu?

Las rondas tienen un espíritu especial, tienen un almita de encuentro, de musicalización colectiva.

Son dinámicas, divertidas, un motorcito de alegría y participación. Los grandes se emocionan viendo cantar y bailar a sus niños, los niños se nutren de ver a los grandes disfrutando, participando en común.

Por eso mismo: Las rondas de todos los días y de los viernes NO son un show. Estamos demasiado acostumbrados a sentarnos a mirar, como público…. Y en Risas, las rondas las hacemos entre todos: dialogamos con los presentes, Invocamos el canto y el baile colectivo, la voz de la comunidad, de los niños, de los abuelos, papás y de todos los presentes.

El espíritu se nutre de Jugar por jugar, cantar por cantar, compartir un viaje en el espacio y el tiempo a través de las canciones que nos llevan a distintos lugares y épocas. De alguna manera todos los que participamos nos sentimos “tocados” en un momento, e incluidos en la Ronda, desde el repertorio y la propuesta. Traemos al presente distintas culturas y folclores. Para eso preguntamos, dialogamos con los presentes, escuchamos y tenemos nuestro cancionero disponible y una colección de músicas del mundo en caso de querer musicalizar. Ej: una mamá que viene de Francia o un abuelo de Salta… traen un paisaje sonoro particular que podemos incluir.

¿Cómo cuidar este clima?

Es importante sintonizarnos en la escucha, como una orquesta que compone el encuentro. Todos los que participan se suman e integran en la Ronda. Apagamos celulares y las charlas o planes con amigos quedan para más tarde. 

Musicalizar, aquí y ahora, se construye con la presencia de todos, aquí y ahora. Un gran desafío para los grandes que llegan de la calle, con la vivencia del mundo de afuera…. La Ronda nos invita al espacio interior del jardín, de lo que sucede con los chicos y los maestros, inspirados en las canciones más simples, las de todos los días, esas que nos hacen jugar con las manos, con los ojos y todo el cuerpo en acción.

Dinámica:

Hay un momento de saludo y bienvenida, un desarrollo y un cierre de despedida.

En las Rondas no sólo cantamos, a veces se cuentan noticias importantes, porque la música nos enseña que escuchar tiene sentido y recibimos los que surja espontáneamente… anuncios de cumpleaños, alguien que dejó el chupete, la presencia de un abuelo tanguero o un papá músico… todo eso se incorpora, porque la Ronda es dinámica y está viva, es orgánico incluir el encuentro en todas sus dimensiones. Para esto hay que escuchar, contar, hablar y construir el silencio entre todos, así podemos estar presentes, atentos a lo que emerge.

El sonido:

Es un medio y fin en sí mismo en las Rondas. Es un recurso poderoso para comunicarnos. En Risas proponemos una alternancia de sonido/silencio, para estar receptivos y conquistar la escucha con sentido, no por obediencia. Para ello hay que aprender a escuchar y reconocer las distintas cualidades del silencio y del ruido. El desafío es silenciar el ruido y volver a musicalizarnos. Cantar en sintonía, emitir musicalmente, no en forma ruidosa ni mecánica. Para nosotros, las canciones son células vivas.

Hay que cuidar la dinámica, los matices, el volumen. Salir de la amplificación y jugar con canciones acústicas. El acústico colectivo es maravilloso. Hay que atravesar el acústico en todas las rondas. Y esto es un gran desafío, para el cual cada coordinador tiene sus recursos particulares.

El líder coordinador:

El líder coordinador está al servicio de que todo funcione… con la magia del sonido. Sus claves son conquistar el silencio, ser escuchado y generar escucha en general, saber dialogar con las familias y participantes, incluir el cuerpo y guiar a los docentes en los aspectos musicales para generar un encuentro musical, sintonizar y generar una sinfonía grupal. Es un rol rotativo, que se elige libremente e implica un entrenamiento.

Implicancia de una correcta coordinación:

Su modo es relajado, afectuoso, atento y agudo. Cuando hay que parar para intervenir lo hace directamente y explica, enseña a las familias cómo participar, cómo acompañar cuidando a los niños, etc. Y también felicita, reconoce y aprecia dando una devolución positiva de lo que está funcionando: ¡Pero qué lindo silencio! shhhh

Tiene muchos aspectos en cuenta: 

El líder tiene una visión global de todo lo que sucede

Lleva adelante la conducción en el tiempo. Tiene incorporada internamente la dinámica de inicio/desarrollo/cierre, presenta las canciones y “no se cuelga” en la ronda….

Organiza la participación: especialmente el diálogo con niños y familias… esto implica que pida cosas puntuales, pregunte: ¿Cómo están? ¿Se oye bien?, ¿Nos ayudan esos papás? etc.… 

También dirige la organización del espacio y el sonido, es responsable de que todos vean bien, moderar que el sonido sea acorde, ni fuerte ni bajo, que haya silencios, secretos, ruiditos mágicos.  A veces esto implica intervenir para que un grupo de mamás se sienten, o dar una indicación a alguien que tapa al resto, etc. “Pasen, pasen, es importante que todos veamos bien para que funcione la ronda” o también de pedir ayuda a un asistente para que abra mejor la puerta, apague la luz, la encienda, etc.

El líder permanentemente coordina. Esto no quiere decir que “es la estrella”. Coordina al servicio del encuentro, de la participación, de que los niños disfruten y que todos puedan escuchar y desplegar la propia voz. 

Enseña a participar a la manera de Risas: desde la apreciación: “Excelente, pero qué lindo que cantaron” “Esto sí que es conquistar el silencio” “Qué lindo cómo cantaron las abuelas”

Invita a participar/cantar a los presentes: asegura que todos estén incluidos. A veces chequea antes de la ronda quiénes serán los presentes, si alguien viene de afuera le da la bienvenida, si hay una canción especial para dedicar la propone, integra a los presentes desde el repertorio. Ej: vino alguien de Corrientes y le propone un chamamé. Hay muchos abuelos y propone “La farolera” o vino una visita extranjera y lo invita a cantar algo en su lengua.  

El líder es un servidor de la Ronda. ¡Y esto es un gran desafío! Porque implica espontaneidad, humor, indicaciones precisas pero afectuosas: “La próxima los invitamos a un cafecito, pero ahora… ¡no charlen que necesitamos grandes que también canten para los niños!”

Los músicos docentes de la banda: 

Tienen un rol fundamental, porque tocan los instrumentos, afinan y armonizan. Siguen al líder coordinador. Cuidan las dinámicas y volumen, no tocan todo el tiempo fuerte… juegan con los matices y desde este lugar generan climas musicales que despiertan la escucha e invitan al juego. Son los responsables de la afinación, de estar en tempo, de conquistar la escucha y el silencio a través de los matices adecuados. Despliegan musicalidad y musicalizan. Son los aliados de la Ronda musical.

Los músicos docentes que asisten:

Son los que están cerca de los chicos, para hacer upa, para asegurar que todos vean bien… y también miran y escuchan permanentemente las indicaciones del líder. 

Es delicado este rol porque a veces los maestros quedan capturados por la situación “niño a upa”. O se contagian de las canciones y bailan en el medio perdiendo la mirada del rol hacia la comunidad. Estos docentes son fundamentales porque garantizan de alguna manera que las cosas funcionen. Si un nene llora, estos docentes lo llevan con la mamá, o lo calman o se van afuera hasta que la situación vuelva a fluir para todos.

Su ubicación es siempre junto al líder, hacia la periferia, atentos a los pedidos del mismo. Si es posible, refuerzan las coreografías, juegan a la par e invitan a los niños a participar. En Risas tenemos salas en “L” por lo cual, los docentes de este rol se ubican generalmente en los extremos, cuidando de no dar espalda ni acortar la visión de los padres. Son los aliados de los niños y de las familias.

Frente de maestros:

Es una joyita de Risas. Hay pocos lugares que puedan ofrecer un frente de maestros artistas, jugando, cantando. Es muy poderoso, una fuerza de adultos guiando a través de la acción directa: seis o siete maestros jugando adelante, de la mano, abrazados, poniendo caras, cantando, enseñando coreografías es un imán clarísimo para mirar y seguir. Es la mejor manera de coordinar y hacer que la música inunde el espacio, que llegue a todos los rincones. Los papás disfrutan de ver a los maestros juntos, se emocionan, es una excelente manera de hacer equipo, de invitar al encuentro, de fortalecer nuestra propuesta de adultos musicalizados, que juegan con alegría. 

El líder invita a los maestros a armar el frente y todos responden rápidamente. Y por supuesto, todos se entregan a la propuesta. 

La mirada y actitud corporal de los docentes:

Miramos a los chicos, miramos a los papás, les decimos con nuestra mirada y con una gran sonrisa: “Sos bienvenido, este encuentro está buenísimo”. Permanentemente los invitamos a participar y sumarse, con gestos de afecto y alegría. La actitud corporal, activa, presente y relajada es fundamental. Una ronda tensa o cansada no funciona. Y la alegría es una usina de energía para todos los presentes. Cuando la ronda termina bien y estamos contentos, nos sentimos con más energía, con la fuerza que nos dan las cosas bien hechas, la música viva y la sinfonía grupal, sincronizados en comunidad. En la música se realiza la propia voz, en la música se realiza el encuentro colectivo.

Rondas temáticas:

Las estaciones del año y las fiestas institucionales tienen su propia ronda especial. Pero también en ocasiones elegimos un eje organizador, por las ganas mismas de cantar determinado repertorio. Ejemplo: Ronda del túnel del tiempo, donde jugamos con una época determinada: Heidi, La novicia rebelde, etc. A veces se sigue el proyecto de una sala y sale una Ronda de caballos, de bichos y animalitos, piratas y princesas, etc. Hemos llegado a hacer una ronda romántica con grandes hits de amor, que incluyó un casamiento con Ave María y todo, tules y cosas así ¡muy divertido! 

El cancionero:

En Risas hay un cancionero especial, excelente, organizado por etapas del año, por fiestas especiales, con acordes y propuestas en cada caso. Todos los docentes vuelven a la fuente de Risas desde el cancionero y el repertorio propuesto.

Si bien en Risas los docentes despliegan su propia voz musical y su camino artístico, siempre integran el repertorio de los más chiquitos, del cancionero. Esto es parte de la pedagogía y de la voz del jardín musical. Es un privilegio contar con este material de consulta y guía.

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QUIÉNES FORMAN RISAS DE LA TIERRA, UNA ESCUELA QUE CANTA Y BAILA

Todo un grupo de excelentes maestros, músicos y artistas comprometidos con la feliz y profunda tarea de acompañar a los niños, impregnando los encuentros de canciones, mimos y alegría.

Socia Fundadora – Dirección Artística, Pedagógica y General:

  • Magdalena Fleitas / Musicoterapeuta, Música, Escritora y Docente

Socia Gerente – Dirección General, Administración, Comunicación en Redes:

  • Romina Marchi

Dirección Pedagógica Jardín:

  • Lucía Hipp / Musicoterapeuta y Docente de Nivel inicial

Coordinadora Pedagógica Jardín:

  • Luján Castro / Música multi-instrumentista, Profesora de Música (UNA)

Coordinadora Pedagógica Jardín:

  • Nadia Puértolas / Música y Docente de Nivel Inicial

Coordinadora Pedagógica Talleres:

  • Tamara Chavez

Secretaria Administrativa:

  • Marilina Esteban / Psicóloga social y Profesora de Educación Física y Matro-natación

Coordinadora Ejecutiva:

  • Rocío Capua

Secretaría Talleres:

  • Mariana Farji / Música y Administrativa

Contador:

  • Gustavo Calvo

Higiene y Seguridad:

  • Pedro Carosella

Mantenimiento, Portería y Limpieza:

  • Betty Gutierrez

  • Iair Rozenbom

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