TRATANDO DE DEFINIR LO INDEFINIBLE

PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA MÚSICA?

 

Entre las infinitas cosas que hacen que la música sea tan maravillosa está su paradójica condición de “no existir”. La música sucede, la música se da, la música conmueve, la música nos envuelve, pero la música no existe. Al menos no existe en forma corpórea. 

Antes que los oyentes, que los músicos, que los instrumentos musicales, que la voz humana, que los aparatos de reproducción, la música para poder ser, necesita ser de dos importantísimos elementos, uno de ellos no se ve, y el otro no sabemos del todo si realmente existe; el primero es el aire, y el segundo es el tiempo. 

Así, la música, que no puede ser capturada por el más utilizado de nuestros sentidos, la vista, se manifiesta sobre el aire que nos rodea pero al que tampoco vemos y necesita para suceder de algo que es más fugaz que el viento, necesita del tiempo.

La esencia de la música es el misterio mismo, su condición es lo fugaz, su naturaleza es el enigma, su manifestación es la magia. Está tan cerca nuestro y a la vez parece venir de otro mundo, de otra dimensión, de una realidad inaprensible y superior. Por algo la música nos acerca tanto a lo divino, a lo celestial, a lo angélico.

¿Alguna vez hemos estado a solas en alguna habitación en silencio y tocamos una sola nota en un instrumento musical? Ese solo sonido nos ha traspasado, lo sentimos recorrer todos nuestros nervios, lo sentimos vibrar dentro de nuestro cerebro, y esa magia, ese milagro fue producido por un solo sonido ¿Qué fuerzas se desatarán cuando traigamos nuevos sonidos, cuando los combinemos entre sí, cuando armonicemos, cuando soltemos la voz para cantar? Sentiremos que hablamos el lenguaje de los dioses, que por supuesto, es un idioma cantado.

Traeremos por aquí algunas ideas que hemos encontrado por allí.

Debemos a Jean Jaques Rousseau la definición más difundida de la música: “arte de combinar los sonidos de una manera agradable al oído”, definición que escribe para La Enciclopedia, el primer gran texto que pretende reunir todo el saber universal, una obra tan admirable y tan gigantesca que la podríamos comparar con la construcción de la muralla china. Pero basta que definamos algo para que la definición empiece a temblar: ¿toda la música es arte? ¿porqué sólo los sonidos y no los silencios? ¿y con el ruido qué pasa? ¿hay música que nos es agradable para mí pero a otra gente le encanta? ¿porqué tiene que ser agradable al oído solamente, no puede ser agradable para los pies o para otras partes del cuerpo? Y así podemos seguir peleándonos con el gran Jean Jaques que no está entre nosotros para poder defenderse.

Como dice Murray Schafer: Poco a poco todas las definiciones convencionales de la música han sido refutadas por las abundantes actividades de los músicos mismos. 

Kurt Pahlen en su “Nueva síntesis del saber musical” nos dice: La Música se basa en el fenómeno del sonido que existe en la tierra y en el universo y que puede considerarse pariente de la luz. Otra vez nos encontramos con lo misterioso, con lo inasible; la luz, otro espíritu mágico que nos envuelve. Y si de lo que nos envuelve se trata, veamos qué dice el compositor John Cage:  Música es sonidos, sonidos alrededor nuestro, así estemos dentro o fuera de las salas de concierto. Para él todo lo que suena es música, y poco le importa la opinión de Rousseau. Nuevamente traeremos al gran pedagogo musical canadiense, Murray Schafer que tratará de poner algunos reparos: La música no es más que una colección de los sonidos más emocionantes concebidos y producidos por sucesivas generaciones de hombres con buenos oídos.  Y así como somos de cuestionadores y rebeldes, inclusive podemos preguntarle a nuestro gran maestro: ¿y qué pasa si esos sonidos a mí no me emocionan pero a otra gente sí? ¿y si alguien no tiene buenos oídos qué, no puede hacer música?

 

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TRATANDO DE DEFINIR LO INDEFINIBLE

SEGUNDA PARTE: SONIDO, RUIDO Y SILENCIO

 

EL SONORO RÍO DE LOS SONIDOS

En las anteriores reflexiones nos hemos topado mucho con la idea del sonido. A propósito de esto podemos recurrir a algo que encontramos en el hermoso libro “Música Maestro!” de nuestro amigo Sami Abadi: El sonido es la materia prima de la música (…) Aún no estamos hablando de música, sencillamente porque no hemos hablado del ser humano. Es muy válido este concepto, recordar que sin la intervención humana sobre el sonido no hay música posible, pero… puestos a cuestionarnos todo… puestos a perder toda certeza ¿no nos ha conmovido profundamente el canto de la naturaleza? ¿no nos maravilló el canto de los pájaros, del agua corriendo entre las piedras de un arroyo, del viento cantando entre las hojas de los árboles? Sé que para algunas culturas a las que podríamos considerar “primitivas”, la música verdadera es la que produce la naturaleza y que la que hacemos los humanos no es más que una torpe imitación. 

¿Y no hay gente que se deshace de emoción ante el sonido del motor de un fórmula 1?

Salve maestro Murray Schafer: El sonido corta el silencio (la muerte) con su vibrante vida.  Está diciendo una cosa: “Estoy vivo”. El sonido, irrumpiendo en las tinieblas y el olvido del silencio, arroja una luz en ellos.  

 

COME ON FEEL THE NOISE

La teoría musical válida durante siglos (y puesta en duda o negada en el nuestro) afirma que las vibraciones regulares producen sonidos musicales; las irregulares, en cambio, ruidos. Entre estos ruidos se encuentran los producidos por casi todos nuestros instrumentos de percusión. La separación entre los dos grupos es puramente teórica. 

Con éste párrafo de Kurt Pahlen nos metemos de lleno en la problemática del ruido. El ruido siempre fue tenido por el archienemigo del sonido, pero no sólo muchos de los instrumentos musicales producen o pueden producir ruidos, sino que hay muchas obras musicales, algunas realmente conmovedoras, realizadas a partir del ruido. Sólo como un ejemplo posible pensemos en la maravillosa “Different Trains” de Steve Reich, en la que los sonidos de las campanas de las barreras, las bocinas de las locomotoras, las voces del personal de las estaciones en los altoparlantes, todo eso forma parte fundamental del material sonoro de la obra. El efecto resulta sobrecogedor si sabemos que esta fantástica obra para cuarteto de cuerdas y grabaciones está inspirada en los viajes en tren que Steve Reich hacía de niño entre New York y los Ángeles. La obra nace de la reflexión que el compositor realiza siendo adulto: serían diferentes los trenes que él tendría que haber tomado en su niñez de haber estado en Europa, hubiesen sido los trenes que llevaban a sus parientes judíos a los campos de exterminio.

Distinta es la idea de ruido que nos trae Murray Schafer: El negativo del sonido musical es el ruido. Ruido es una señal sonora indeseable. Ruido es la estática en un teléfono o el crujido del celofán de los caramelos mientras escuchamos a Beethoven. Ruido es cualquier señal sonora que interfiere. El ruido es el destructor de las cosas que deseamos escuchar. Ruido es cualquier señal sonora indeseada. Esto a mí me lleva a pensar que si estoy escuchando unas buenas cumbias con mis amigos y el vecino pone Beethoven a todo lo que da, entonces el ruido sería Beethoven.

Para una persona realmente conmovida por una pieza musical, hasta el aplauso puede constituir una interferencia. Sería como gritar ¡bravo! Ante una crucifixión. Para las personas sensibles a los sonidos, el mundo está saturado de ruido. Ustedes ya saben qué es lo que se dice acerca del silencio. Si. Otra vez Murray Schafer.

 

SILENCIO EN LA NOCHE, YA TODO ESTÁ EN CALMA

 

Hace muchos años, mis alumnos de jardín de infantes me enseñaron esta hermosa adivinanza: “Cuando no hablo lo guardo y cuando hablo lo rompo”. 

A mí como músico, no hay nada que me conmueva más que el silencio. Y eso no quiere decir que no ame profundamente los sonidos y la música. Pero siendo un ser de ciudad, el silencio me resulta un bien más preciado que el oro. Vivimos en un mundo donde el silencio es casi una quimera.

Otra vez me veo obligado a recorrer mis subrayados en los libros de Murray Schafer:

El silencio es la ausencia de sonido. El silencio es un continente en el cual se inserta un evento musical. El silencio se torna más y más valioso a medida que lo perdemos por acción de diversos tipos de exhibicionismo sonoro. 

El silencio es el aspecto más potencializado de la música. Aún cuando se produce después de un sonido, reverbera con la textura de ese sonido y esa reverberación continúa hasta que otro sonido la desaloja, o se pierde en la memoria. Ergo, si bien tenuemente, el silencio suena. 

Al hombre le gusta hacer sonidos y rodearse de sonidos. El silencio es la resultante del rechazo a la personalidad humana. No hay en la música nada más sublime o anonadante que el silencio. El silencio esencial es la muerte.

Y resulta casi obligatorio citar unos versos de esa chacarera de Pablo Raúl Trullenque y Carlos Carabajal que a muchos de los lectores ya les debe estar sonando en la cabeza:

Cantor para cantar si nada dicen tus versos

¡ay! para qué vas a callar al silencio

si es el silencio un cantor

lleno de duendes en la voz.

 

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TRATANDO DE DEFINIR LO INDEFINIBLE

TERCERA PARTE: RITMO, MELODÍA Y ARMONÍA

 

EL HECHIZO DEL RITMO

¿Es el ritmo, solamente el ritmo lo que mueve mi corazón?  ¿Es únicamente el ritmo entre las palabras y la cadencia entre las canciones las que le dan impulso a esta nostalgia que me llama? ¿Tiene el ritmo la memoria para caminar sobre el tiempo y hacer que lo viejo sea permanentemente nuevo? ¿Puede decirnos el ritmo lo que vivió otras noches y acariciarnos? ¿Posee el ritmo un sentimiento, para lograr que toda nuestra piel baile y viva? Nuestro desafío mayor es lograr el ritmo único de la libertad, que es quizás, como el aire en las alas de los pájaros al volar, o un lenguaje nuevo que supere el idioma para abrazarte. 

Esas hermosas palabras pertenecen a la grandiosa cantante peruana Susana Baca, quien fuera también Ministra de Cultura de su país. 

Y es que el ritmo está tan unido al tiempo. El ritmo es tiempo trasfigurado en música. 

Nos dice Kurt Pahlen: El ritmo es un principio universal del cual el ritmo musical es solamente una pequeña parte. El universo es una inmensa, inimaginable conjunción de ritmos coordinados y superpuestos. Así como Spinetta nos dice “Toda la vida tienen música hoy”, nosotros podemos decir aquí: Todo el universo tiene ritmo eternamente.

¿Y de dónde viene esta magia del ritmo? ¿Porqué nos hechiza de esta manera y se mete en nuestro cuerpo muchas veces sin que le demos permiso? Al repecto pueden servir estas palabras del compositor norteamericano Aaron Copland: La música, si comenzó de algún modo, comenzó con la percusión de un ritmo. La música de los pueblos primitivos es casi exclusivamente rítmica y a menudo de una complejidad asombrosa. Los vínculos naturales del movimiento corporal con los ritmos básicos, constituyen una prueba  de que el ritmo es el primero de los elementos musicales. 

Y en estos dos párrafos, nuevamente Murray Schafer:

Todos los métodos utilizados previamente para medir el tiempo (relojes hidráulicos, de arena, de sol) fueron silenciosos. El reloj mecánico es audible. Por primera vez en la historia de la música (Ars Nova S. XIV), la duración fue dividida en proporcionadas unidades de tiempo que sonaban. 

No tenemos mucha polirritmia en la música occidental porque estamos condicionados por el tic-tac audible del reloj mecánico. Es posible, por lo tanto, que las sociedades que muestran las mayores aptitudes rítmicas (africanas, árabes, asiáticas) sean precisamente aquellas que han estado más alejadas del contacto con el reloj mecánico. 

Y ahora volvemos a Aaron Copland: En comparación con los tamborileros africanos y los percusionistas chinos o hindúes y sus ritmos intrincados, nosotros somos unos meros neófitos. Una auténtica orquesta cubana puede enseñarnos algunas cosas en cuanto al uso de la polirritmia. 

 

LA PROFUNDA MAGIA DE LA MELODÍA

 

Ese encanto de la melodía que puede hacer que nos salten lágrimas. Esa posibilidad de arrancar de nuestras mentes recuerdos que permanecían ocultos. De teletransportarnos. De trasladarnos en el tiempo. Esas melodías que nos acompañan toda la vida. Melodías que nos cantaban en la cuna. Melodías que les cantamos a nuestros hijos. Melodías susurradas al oído de la persona amada (o de la que queremos que se convierta en amada). Melodías para despedir a quien parte. Melodías para intentar resucitar a los muertos. Y si… también ha melodías para que compremos determinada marca de mayonesa.

Una melodía es sacar un sonido de paseo, nos dirá Murray Schafer. Y Aaron Copland tendrá para decirnos: Si la idea del ritmo va unida en nuestra imaginación al movimiento físico, la idea de la melodía va asociada a la emoción intelectual. (…) Es imposible, excepto en casos rarísimos, imaginar una música vieja o nueva, conservadora o moderna, que no tenga alguna melodía. 

 

LA ARMONÍA, EL CONFÍN DE LO HUMANO 

 

Y si una simple sucesión de sonidos más o menos oganizados movilizar tantas cosas en nosotros ¿qué pasará cuando esos sonidos sean simultáneos, cuando las voces humanas y los sonidos de los instrumentos musicales dejen de estar solos y canten todos juntos?

Aquí serán de gran utilidad estas palabras de Kurt Pahlen: La idea de la armonía nace en el momento en que nuestro oído capta dos, tres o más sonidos no como unidades aisladas sino como un solo complejo. La música de los pueblos primitivos y antiguos fue casi siempre de una sola voz. La armonía es un principio vertical: reúne varios sonidos en forma simultánea. Mientras la melodía posee pocas reglas, la armonía es toda una ciencia. 

Y para ir despidiéndonos, estas palabras de Aaron Copland: El ritmo y la melodía se le ocurrieron naturalmente al hombre, pero la armonía brotó gradualmente de lo que fue en parte un concepto intelectual, sin duda uno de los conceptos más originales de la mente humana. (…) Toda la historia del desarrollo armónico nos muestra una imagen en continuo cambio. Muy lenta, pero inevitablemente, nuestros oídos se han ido capacitando para la asimilación de acordes cada vez más complejos y modulaciones a tonalidades más lejanas. 

 

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Estas son unas pocas y acaso torpes reflexiones surgidas de mis lecturas, de mis experiencias como oyente y como músico y de mi trabajo docente.

Vivamos la música con alegría y recordemos siempre que la música no es patrimonio exclusivo de los músicos. La música es una más, tal vez una de las más hermosas,  de las posibilidades de expresión del ser humano, por lo tanto es común a todos. En ese sentido tiene la misma condición que el lenguaje, la comida o el amor. No hacen falta estudios previos para disfrutrarla, utilizarla, ejercerla y compartirla. 

 

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Por Fernando Javier Tomasenía, 2018, Buenos Aires